miércoles, 3 de junio de 2020

ENTEROCOCCUS Y OTROS COCOS GRAMPOSITIVOS.



El número de géneros de cocos grampositivos catalasa-negativos reconocidos como patógenos del ser humano continúa aumentando, aunque los géneros Streptococcus y Enterococcus (tabla 1) son los aislados que más a menudo y con mayor frecuencia están implicados en la enfermedad humana ( tablas 2 y 3). Los otros géneros son relativamente infrecuentes y tan sólo se describen brevemente en este capítulo.



Tabla 1




Tabla 2




Tabla 3

Enterococcus (cuadro 1)




Cuadro 1. Enterococcus

Los enterococos («cocos entéricos») se clasificaron previamente como estreptococos del grupo D debido a que comparten el antígeno de la pared celular del grupo D, un ácido teicoico con glicerol con otros estreptococos. En el año 1984, los enterococos se clasificaron en el nuevo género Enterococcus, el cual consta actualmente de 40 especies; sin embargo, relativamente pocas especies son patógenos importantes para los seres humanos. Las especies que se aíslan con una mayor frecuencia y que son clínicamente las más importantes son Enterococcus faecalis y Enterococcus faecium. Enterococcus gallinarum y Enterococcus casseliflavus también constituyen frecuentes colonizadores del aparato digestivo del ser humano y revisten importancia porque estas especies muestran una resistencia intrínseca frente a la vancomicina.

FISIOLOGÍA Y ESTRUCTURA
Los enterococos son cocos grampositivos que típicamente se disponen en parejas y en cadenas cortas (fig. 1). La morfología microscópica de estos microorganismos no se puede distinguir fiablemente de la de Streptococcus pneumoniae.




Figura 1. Tinción de Gram de un hemocultivo con Enterococcus faecalis.

Los cocos crecen de forma aerobia y anaerobia en un amplio intervalo de temperaturas (10-45 °C), en una amplia gama de valores de pH (4,6 a 9,9) y en presencia de altas concentraciones de cloruro de sodio (NaCl) y de sales biliares. Por tanto, hay muy pocas afecciones clínicas en las que quede inhibido el crecimiento de los enterococos. La glucosa es fermentada, con ácido L-láctico como producto terminal predominante (los enterococos reciben comúnmente la denominación de bacterias ácido-lácticas). Estas propiedades básicas permiten distinguir los enterococos de la mayoría de otros cocos grampositivos y catalasa-negativos. Después de 24 horas de incubación, las colonias en medio de agar sangre de carnero enriquecido son de gran tamaño y pueden tener un aspecto a-hemolítico o, rara vez, b-hemolítico.

PATOGENIA E INMUNIDAD
Aunque los enterococos no poseen la amplia gama de factores de virulencia que se encuentran en los estafilococos o estreptococos, una enfermedad grave causada por cepas resistentes a antibióticos se ha convertido en un importante problema en los pacientes hospitalizados. La virulencia está mediada por dos propiedades generales: 1) capacidad para adherirse a los tejidos y formar biopelículas y 2) resistencia a los antibióticos.
Son numerosos los factores descritos que median en la adherencia y en la formación de biopelículas, como proteínas de superficie, glucolípidos membranarios, gelatinasa y pili. Además, los enterococos son intrínsecamente resistentes a muchos de los antibióticos utilizados habitualmente (p. ej., oxacilina, cefalosporinas) o han adquirido genes de resistencia (p. ej., aminoglucósidos, vancomicina). La depuración de enterococos de la sangre y los tejidos está mediada por una rápida entrada de neutrófilos y de opsonización de las bacterias, de modo que los pacientes inmunocomprometidos son particularmente susceptibles a las infecciones enterocócicas.

EPIDEMIOLOGÍA
Como su nombre indica, los enterococos son bacterias entéricas que se aíslan normalmente a partir de las heces del ser humano y diversos animales. Muchos de los microorganismos pertenecientes a la especie E. faecalis se encuentran en el intestino grueso (p. ej., 105 a 107 microorganismos por gramo de heces) y en el aparato genitourinario. La distribución de E. faecium es semejante a la de E. faecalis, pero los microorganismos se aíslan con menores concentraciones. Los factores de riesgo significativos en relación con las infecciones enterocócicas incluyen el empleo de catéteres urinarios o intravasculares, la hospitalización prolongada y el empleo de antibióticos de amplio espectro, sobre todo los antibióticos intrínsecamente inactivos frente a los enterococos (p. ej., nafcilina, oxacilina, cefalosporinas).
La prevalencia de otras muchas especies de enterococos se desconoce, aunque se cree que colonizan los intestinos en cantidades pequeñas. Dos especies que se recuperan con frecuencia del intestino humano son E. gallinarum y E. casseliflavus. Estas especies relativamente avirulentas son importantes porque, aunque es raro que se asocien a enfermedad humana, son resistentes de forma intrínseca a la vancomicina y se pueden confundir con especies más importantes, como E. faecalis y E. faecium.

ENFERMEDADES CLÍNICAS
(cuadro 2; caso clínico 1)
Los enterococos son patógenos importantes, sobre todo en pacientes hospitalizados. De hecho, los enterococos son una de las causas más frecuentes de infecciones hospitalarias (infecciones nosocomiales). La vía urinaria es la localización más frecuente de las infecciones enterocócicas y las infecciones se asocian con frecuencia con cateterización o instrumentación urinaria. Estas infecciones pueden ser asintomáticas, cistitis no complicadas o cistitis asociadas con pielonefritis. Las infecciones peritoneales son típicamente polimicrobianas (es decir, asociadas con otras bacterias aerobias o anaerobias) y asociadas con fuga de bacterias intestinales, ya sea por traumatismo o debido a enfermedad que compromete el revestimiento intestinal. Los enterococos recuperados de la sangre pueden representar una diseminación de una infección localizada del tracto urinario, el peritoneo o una herida, o representar una infección primaria del endocardio (endocarditis). La endocarditis es una infección particularmente grave porque muchos enterococos son resistentes a la mayoría de los antibióticos utilizados más comúnmente.




Cuadro 2.

DIAGNÓSTICO DE LABORATORIO
Los enterococos crecen con facilidad en medios no selectivos como el agar sangre y el agar chocolate. Aunque los enterococos pueden remedar a S. pneumoniae en las muestras teñidas con la tinción de Gram, estos microorganismos se pueden diferenciar fácilmente mediante reacciones bioquímicas sencillas. Por ejemplo, los enterococos son resistentes a la optoquina (S. pneumoniae es susceptible), no se disuelven cuando se exponen a la bilis (S. pneumoniae sí) y producen l-pirrolidonil-arilamidasa (PYR) (el único estreptococo positivo para PYR es Streptococcus pyogenes). La prueba de PYR se suele realizar con una «prueba en un punto en 5 minutos». Los cocos catalasa-negativos y PYR-positivos que se disponen en parejas o cadenas cortas se identifican como enterococos. Son necesarias pruebas fenotípicas (p. ej., la producción de pigmento, la motilidad), bioquímicas y de secuenciación de ácidos nucleicos para distinguir entre E. faecalis, E. faecium y otras especies de Entorococcus, pero esta cuestión queda fuera del alcance de este texto.

TRATAMIENTO, PREVENCIÓN Y CONTROL
El tratamiento antimicrobiano de las infecciones enterocócicas es complicado, ya que la mayor parte de los antibióticos no son bactericidas a las concentraciones relevantes en la clínica. El tratamiento de las infecciones graves ha consistido tradicionalmente en la combinación sinérgica de un aminoglucósido y un antibiótico capaz de inhibir la síntesis de pared celular (p. ej., ampicilina, vancomicina); sin embargo, algunos antibióticos que actúan sobre la pared celular no tienen actividad frente a los enterococos (p. ej., nafcilina, oxacilina, cefalosporinas). La ampicilina y la penicilina son generalmente ineficaces frente a E. faecium y la resistencia a la vancomicina (sobre todo en E. faecium) es común. Además, más del 25% de los enterococos son resistentes a los aminoglucósidos, y la resistencia a los aminoglucósidos y a la vancomicina resulta especialmente preocupante debido a que está codificada en plásmidos y se puede transferir a otras bacterias.
Se han desarrollado nuevos antibióticos que pueden tratar las infecciones por enterococos resistentes a ampicilina, vancomicina o aminoglucósidos. Entre ellos se encuentran el linezolid, la quinupristina/dalfopristina y algunas quinolonas. Por desgracia, la resistencia a linezolid aumenta de forma constante, la quinupristina/dalfopristina no se activa frente a E. faecalis (el enterococo más aislado). Los enterococos sensibles a ampicilina y resistentes a aminoglucósidos pueden tratarse con ampicilina más daptomicina, imipenem o linezolid. Los resistentes a ampicilina y sensibles a aminoglucósidos pueden tratarse con un aminoglucósido combinado con vancomicina (si es activa), linezolid o daptomicina. Si son resistentes a ambos, entonces el tratamiento puede incluir daptomicina, linezolid o vancomicina combinados con otro agente activo.
Resulta complicado prevenir y controlar las infecciones enterocócicas. El uso racional del tratamiento antibiótico y la instauración de medidas apropiadas para el control de la infección (p. ej., aislamiento de los pacientes infectados, uso de batas y de guantes por parte de cualquier profesional que entre en contacto con el paciente) pueden reducir el riesgo de colonización por estas bacterias, pero es poco probable la eliminación completa de las infecciones.


CASO CLÍNICO 1


ESTUDIO DE UN CASO Y PREGUNTAS
Un hombre de 72 años ingresó en el hospital con fiebre de hasta 40 °C, mialgias y sintomatología respiratoria. El diagnóstico clínico de gripe se confirmó con el aislamiento en el laboratorio del virus de la gripe en las secreciones respiratorias. La hospitalización de este paciente se complicó como consecuencia del desarrollo de una neumonía por Staphylococcus aureus resistente a oxacilina, la cual fue tratada durante 2 semanas con vancomicina. El empeoramiento de la función respiratoria hizo necesario el uso de ventilación asistida, lo que dio lugar a una sobreinfección por Klebsiella pneumoniae. Se añadió ceftazidima (una cefalosporina) y gentamicina al tratamiento del paciente. Tras 4 semanas de hospitalización, el paciente desarrolló septicemia. En tres hemocultivos se aisló Enterococcus faecium resistente a vancomicina, gentamicina y ampicilina.
1. ¿Qué condiciones predisponentes hicieron a este paciente más susceptible a la infección por E. faecium?
2. ¿Cuál es el origen más probable de este microorganismo?
3. ¿Qué factores intervienen en la virulencia de los enterococos?


RESPUESTAS
1. Las bacterias son resistentes a muchos de los antibióticos utilizados comúnmente (oxacilina, cefalosporinas, aminoglucósidos, vancomicina), por lo que las infecciones se observan más comúnmente en pacientes hospitalizados durante períodos de tiempo prolongados y que reciben antibióticos de amplio espectro.
2. Los estafilococos son catalasa-positivos a diferencia de los estreptococos y enterococos: los enterococos son PYR-positivos, mientras que la mayoría de los estreptococos (excepto S. pyogenes) son PYR-negativos. La morfología microscópica de los enterococos (cocos grampositivos en parejas) es también un rasgo distintivo (los estafilococos en racimos y la mayoría de estreptococos en cadenas largas).

ESTUDIO DE UN CASO: RESPUESTAS
1. El factor que ha influido sobre la sensibilidad de este  paciente a la infección por Enterococcus es el tratamiento previo con vancomicina y gentamicina (ineficaz frente a este microorganismo particular) y una cefalosporina (siempre ineficaz frente a los enterococos). La prolongada hospitalización, así como la edad, aumentaron también el riesgo de este paciente a la infección. Sin embargo, estos factores aumentaron el riesgo global de infección por muchos microorganismos y no específicamente por enterococos.
2. El origen más probable de este microorganismo es el tracto gastrointestinal. Se encuentra de modo infrecuente en el tracto respiratorio.
3. El factor de virulencia más importante en los enterococos es la resistencia a los antibióticos. No producen potentes toxinas y las enzimas hidrolíticas producidas no se han asociado con una patología específica.



Fuente:
Microbiología médica
MURRAY
ROSENTHAL
PFALLER

7.ª edición

martes, 2 de junio de 2020

VARÓN DE 68 AÑOS CON ENCONDROMATOSIS MÚLTIPLE. ENFERMEDAD DE OLLIER.


Paciente masculino de 68 años con diagnóstico por Ortopedia de encondromatosis múltiple o enfermedad de Ollier.
Se muestran sólo las imágenes. 












Gentileza  Dr. José Fernández.   La Habana. Cuba

lunes, 1 de junio de 2020

VARÓN DE 14 AÑOS CON LEISHMANIASIS CUTÁNEA




Paciente de 14 años sexo masculino, que presenta una lesión epitelial en pierna izquierda de 1 mes de evolución, que inició como una pápula y aquí se muestra en orden la secuencia de la evolución del cuadro. La última imagen es después de  2 meses de tratamiento.
El paciente es residente en zona Amazónica de Ecuador
El diagnóstico de leishmaniasis fue confirmado en este caso por obtención de muestras de tejido para examen directo y biopsia  donde se visualizaron los amastigotes de leishmania, confirmándose con cultivo del material enviado donde se observó desarrollo de leishmania.















Gentileza:  Dr Daniel Tite
Quito.Ecuador





LEISHMANIASIS
Hay tres formas principales de leishmaniasis: visceral (la forma más grave de la enfermedad, a menudo conocida como kala-azar), cutánea (la más común) y la forma mucocutánea.
La leishmaniasis es causada por un protozoo parásito del género Leishmania, transmitido por la picadura de flebótomos infectados.
La enfermedad, que afecta a las poblaciones más pobres del planeta, está asociada a la malnutrición, los desplazamientos de población, las malas condiciones de vivienda, la debilidad del sistema inmunitario y la falta de recursos.
La leishmaniasis está vinculada a los cambios ambientales, como la deforestación, la construcción de presas, los sistemas de riego y la urbanización.
Se estima que cada año se producen entre 900 000 y 1,3 millones de nuevos casos y entre 20 000 y 30 000 defunciones.
Solo una pequeña parte de las personas infectadas por Leishmania acaban padeciendo la enfermedad.
La leishmaniasis es causada por un protozoo parásito del género Leishmania, que cuenta con más de 20 especies diferentes y se transmite a los humanos por la picadura de flebótomos hembra infectados. Se conocen más de 90 especies de flebotominos transmisores de Leishmania. La enfermedad se presenta en tres formas principales:

LEISHMANIASIS VISCERAL (también conocida como kala azar): en más del 95% de los casos es mortal si no se trata. Se caracteriza por episodios irregulares de fiebre, pérdida de peso, hepatoesplenomegalia y anemia. Es altamente endémica en el subcontinente indio y África oriental. Se estima que cada año se producen en el mundo entre 200 000 y 400 000 nuevos casos de leishmaniasis visceral. En 2014, más del 90% de los nuevos casos notificados a la OMS se produjeron en 6 países: Brasil, Etiopía, Somalia, Sudán y Sudán del Sur. Los programas de eliminación del kala-azar en Asia Sudoriental están haciendo progresos continuos, y el número de casos está disminuyendo en los tres países endémicos principales: Balgladesh, India y Nepal.

LEISHMANIASIS CUTÁNEA (LC): es la forma más frecuente de leishmaniasis, y produce en las zonas expuestas del cuerpo lesiones cutáneas, sobre todo ulcerosas, que dejan cicatrices de por vida y son causa de discapacidad grave. Aproximadamente un 95% de los casos de leishmaniasis cutánea se producen en las Américas, la cuenca del Mediterráneo, Oriente Medio y Asia Central. Más de dos terceras partes de los casos nuevos aparecen en seis países: Afganistán, Argelia, Brasil, Colombia, República Islámica del Irán y República Árabe Siria. Se calcula que cada año se producen en el mundo entre 0,7 y 1,3 millones de casos nuevos.

LEISHMANIASIS MUCOCUTÁNEA: conduce a la destrucción parcial o completa de las membranas mucosas de la nariz, la boca y la garganta. Aproximadamente un 90% de los casos de leishmaniasis mucocutánea se producen en el Brasil, el Estado Plurinacional de Bolivia y el Perú.

TRANSMISIÓN
La leishmaniasis se transmite por la picadura de flebótomos hembra infectados. Su epidemiología depende de las características de la especie del parásito, las características ecológicas locales de los lugares donde se transmite, la exposición previa y actual de la población humana al parásito y las pautas de comportamiento humano. Hay unas 70 especies animales, entre ellas el hombre, que son reservorios naturales de Leishmania.

Cuenca del Mediterráneo
En la cuenca mediterránea, la principal forma de la enfermedad es la leishmaniasis visceral. Se produce en las zonas rurales, en pueblos de las regiones montañosas y también en algunas zonas periurbanas, donde las leishmanias viven en perros y otros animales.

Asia Sudoriental
En Asia Sudoriental, la leishmanianis visceral es la forma más común de la enfermedad. La transmisión se produce generalmente en zonas rurales situadas a menos de 600 metros por encima del nivel del mar, que se caracterizan por las altas precipitaciones anuales, una humedad media superior al 70%, temperaturas entre 15 y 38 °C, abundante vegetación, aguas subterráneas y suelo aluvial. La enfermedad es más habitual en los pueblos agrícolas, donde las paredes de las casas están hechas frecuentemente de adobe y los suelos son de tierra, y donde el ganado y otros animales viven cerca de los seres humanos. Se considera que el único reservorio de Leishmania en esta región es el ser humano.

África oriental
En África oriental se producen brotes frecuentes de leishmaniasis visceral en la sabana septentrional de acacias y balanites, así como en la sabana meridional y la selva, donde los flebótomos viven cerca de los termiteros. Se considera que el principal reservorio de Leishmania en esta parte de África es el ser humano. La leishmaniasis cutánea se produce en las tierras altas de Etiopía y en otros lugares de África oriental, donde hay un mayor contacto entre el ser humano y el vector en los pueblos construidos sobre colinas rocosas o en las riberas de los ríos, hábitat natural de los damanes.

Norte de África-Eurasia
En el Norte de África-Eurasia la principal forma de la enfermedad es la leishmaniasis cutánea. Los proyectos agrícolas y los sistemas de riego pueden aumentar la prevalencia de una forma de leishmaniasis cutánea, debido a que movilizan trabajadores extranjeros que no están inmunizados contra la enfermedad.

Otra forma se caracteriza por grandes brotes en ciudades densamente pobladas, especialmente cuando se producen situaciones de guerra o migraciones de población a gran escala. Los parásitos causantes de la leishmaniasis cutánea viven sobre todo en los seres humanos y los roedores.

Américas
La leishmaniasis visceral que se encuentra en las Américas es muy similar a la observada en la cuenca mediterránea. Se piensa que la costumbre de tener perros y otros animales domésticos en el interior de las viviendas facilita la infección humana.

La epidemiología de la leishmaniasis cutánea es compleja en esta región, ya que existen variaciones en cuanto a los ciclos de transmisión, los reservorios animales, los flebótomos vectores, las manifestaciones clínicas y la respuesta al tratamiento, y circulan en la misma zona geográfica múltiples especies de Leishmania.

LEISHMANIASIS DÉRMICA POS KALA-AZAR
La leishmaniasis dérmica pos kala-azar es una secuela de la leishmaniasis visceral. Se caracteriza por una erupción macular, papular o nodular localizada habitualmente en la cara, los brazos, el tronco y otras partes del cuerpo. Esta forma se encuentra principalmente en África oriental y el subcontinente indio, donde hasta el 50% y entre el 5 y el 10% de los pacientes con kala-azar, respectivamente, manifiestan la enfermedad. La leishmaniasis dérmica pos kala-azar generalmente aparece entre seis meses y un año o varios años después de la curación aparente del kala-azar, aunque también se puede declarar antes. Se considera que las personas afectadas son una fuente potencial de infección y kala-azar.

COINFECCIÓN POR LEISHMANIA Y VIH
Las personas coinfectadas por Leishmania y VIH tienen grandes probabilidades de padecer la forma florida de la enfermedad y elevadas tasas de recidiva y mortalidad. El tratamiento antirretroviral reduce la progresión de la enfermedad, retrasa las recidivas y aumenta la supervivencia de los pacientes infectados. Se han descrito tasas elevadas de coninfección por Leishmania y VIH en Brasil, Etiopía y el estado indio de Bihar.

PRINCIPALES FACTORES DE RIESGO
CONDICIONES SOCIOECONÓMICAS
La pobreza aumenta el riesgo de leishmaniasis. Las malas condiciones de vivienda y las deficiencias de saneamiento de los hogares (por ejemplo, la ausencia de sistemas de gestión de residuos, alcantarillado abierto) pueden promover el desarrollo de los lugares de cría y reposo de los flebótomos y aumentar su acceso a la población humana. Los flebótomos se ven atraídos por el hacinamiento, ya que constituye una buena fuente de ingesta de sangre. Las pautas de comportamiento humano (por ejemplo, dormir a la intemperie o en el suelo) también es probable que aumenten el riesgo. El uso de mosquiteros tratados con insecticida reduce el riesgo.


MALNUTRICIÓN
Las dietas bajas en proteínas, hierro, vitamina A y cinc aumentan el riesgo de que la infección progrese hacia el kala-azar.

MOVILIDAD DE LA POBLACIÓN
Las epidemias de las dos formas principales de leishmaniasis a menudo se asocian con la migración y el desplazamiento de personas no inmunizadas a zonas donde ya existen ciclos de transmisión. La exposición en el trabajo y el aumento de la deforestación siguen siendo factores importantes. Por ejemplo, asentarse en zonas previamente boscosas significa acercarse al hábitat del flebótomo, lo que puede llevar a un aumento rápido del número de casos.

CAMBIOS AMBIENTALES
Los cambios ambientales que pueden influir en la incidencia de la leishmaniasis son, entre otros, la urbanización, la integración del ciclo de transmisión en el hábitat humano y la incursión de las explotaciones agrícolas y los asentamientos en las zonas boscosas.

CAMBIO CLIMÁTICO
La leishmaniasis es sensible a las condiciones climáticas, y los cambios en las precipitaciones, la temperatura y la humedad influyen en gran medida en la enfermedad. El calentamiento de la Tierra y la degradación del suelo afectan en muchos aspectos a la epidemiología de la leishmaniasis: los cambios de temperatura, precipitaciones y humedad pueden tener efectos importantes en los vectores y los reservorios animales, al alterar su distribución e influir en las tasas de supervivencia y el tamaño de la población; pequeñas fluctuaciones en la temperatura pueden tener un acusado efecto en el ciclo de desarrollo de los promastigotes de Leishmania en los flebótomos, y permitir que el parásito se transmita en zonas donde la enfermedad no era previamente endémica; las sequías, las hambrunas y las inundaciones que se producen como consecuencia del cambio climático pueden llevar a desplazamientos masivos y la migración de personas hacia zonas de transmisión de la leishmaniasis, y la desnutrición puede debilitar la inmunidad de las poblaciones afectadas.

DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO
El diagnóstico de la leishmaniasis visceral se realiza mediante la combinación de un examen clínico con pruebas parasitológicas o serológicas (pruebas de diagnóstico rápido y otras). Las pruebas serológicas tienen un valor limitado en las leishmaniasis cutánea y mucocutánea. En el caso de la leishmaniasis cutánea, el diagnóstico se confirma cuando los análisis parasitológicos corroboran las manifestaciones clínicas.

El tratamiento de la leishmaniasis depende de varios factores, como la forma de la enfermedad, las afecciones comórbidas, la especie del parásito y la ubicación geográfica. La leishmaniasis es una enfermedad tratable que puede curarse. Todos los pacientes a quienes se haya diagnosticado leishmaniasis visceral requieren la administración inmediata de un tratamiento completo. En el número 949 de la Serie de Informes Técnicos de la OMS, dedicado a la lucha contra las leishmaniasis, se ofrece información detallada sobre el tratamiento de las diferentes formas de la enfermedad en función de la zona geográfica.

PREVENCIÓN Y CONTROL
La prevención y el control de la leishmaniasis requieren una combinación de estrategias de intervención, ya que la transmisión se produce en un sistema biológico complejo que engloba el huésped humano, el parásito, el flebótomo vector, y, en algunos casos, un reservorio animal. Las principales estrategias tienen en cuenta lo siguiente:

El diagnóstico temprano y la gestión eficaz de los casos reducen la prevalencia de la enfermedad y previenen la discapacidad y la muerte. Actualmente existen medicamentos muy eficaces y seguros contra la leishmaniasis, especialmente contra la leishmaniasis visceral. Cada vez hay un mejor acceso a ellos.
El control de los vectores ayuda a reducir o interrumpir la transmisión de la enfermedad al controlar los flebótomos, especialmente en el contexto doméstico. Entre los métodos de control figuran los insecticidas en aerosol, los mosquiteros tratados con insecticida, la gestión del medio ambiente y la protección personal.
La vigilancia eficaz de la enfermedad es importante. La detección y el tratamiento temprano de los casos ayuda a reducir la transmisión y contribuye a vigilar la propagación y la carga de la enfermedad.
El control de los reservorios animales resulta complejo y debe adaptarse a la situación local.
La movilización social y el fortalecimiento de alianzas. Significa movilizar e informar a las comunidades a través de intervenciones efectivas para modificar las pautas de comportamiento mediante estrategias de comunicación adaptadas a la situación local. Las alianzas y la colaboración con diferentes sectores interesados y otros programas de lucha contra enfermedades transmitidas por vectores son esenciales a todos los niveles.

Fuente de la actualización
OMS

viernes, 29 de mayo de 2020

VARÓN DE 29 AÑOS CON CEFALEA, VÓMITOS Y DIPLOPIA


 Un hombre de 29 años ingresó en este hospital debido a dolor de cabeza, vómitos y diplopía.
El paciente había estado bien hasta 3 semanas antes del ingreso, cuando se desarrollaron dolores de cabeza, visión borrosa, náuseas y vómitos, seguidos de anorexia y pérdida de peso (7,3 kg). Según los informes, la evaluación en un centro de salud para estudiantes, incluida la tomografía computarizada (TC) del cerebro, no reveló anomalías. Tres días antes del ingreso, desarrolló fotofobia, diplopía, rigidez en el cuello, temblor de la mano izquierda y somnolencia. El día de la admisión, el paciente quedó mudo. Ese mismo día, se realizó una resonancia magnética (IRM) del cerebro y la columna cervical en otro hospital después de la administración de gadolinio, y una imagen ponderada por difusión mostró hiperintensidad en la corteza a lo largo de la región frontoparietal izquierda, así como realce leptomeníngeo (más prominente a lo largo de la cisterna basal, protuberancias y cerebelo). Fue trasladado a este hospital.
La historia del paciente se obtuvo de su hermana. Dos meses antes de la admisión, se había caído mientras practicaba snowboard y posiblemente se había golpeado la cabeza. Había tenido una cirugía a los 11 años de edad por disfunción de la trompa de Eustaquio. Había nacido en un campo de refugiados en el sudeste asiático y posiblemente recibió la vacuna con bacilo Calmette – Guérin; emigró al noroeste de los Estados Unidos a los 5 años de edad. Había viajado a Texas y Medio Oriente para el servicio militar más de 10 años antes de la admisión y a Texas 3 semanas antes de la admisión. Sus medicamentos eran analgésicos no especificados para los dolores de cabeza y supositorios para los vómitos. No tenía alergias conocidas. Era estudiante y vivía con un compañero de cuarto. De vez en cuando bebía alcohol y no fumaba ni usaba drogas ilícitas. Mientras su madre estaba en un campo de refugiados, tuvo una enfermedad prolongada que requirió múltiples medicamentos; sus hermanas estaban sanas y no había antecedentes familiares de enfermedades autoinmunes o cáncer.
En el examen, los signos vitales del paciente eran normales. Estaba somnoliento pero respondía a estímulos verbales. El cuello estaba rígido. No hablaba pero podía escribir su nombre y ubicación actual y seguir comandos simples. Las pupilas eran iguales, redondas y reactivas a la luz (de 4 a 2 mm), sin un defecto pupilar aferente relativo, y no había defecto del campo visual. No podía abducir completamente el ojo derecho con la mirada lateral derecha extrema. Había una leve debilidad facial inferior en el lado derecho. Levantaba sus extremidades contra la gravedad. El resto de los exámenes neurológicos y generales fue normal. El hematocrito, el nivel de hemoglobina, el recuento de plaquetas, el tiempo de protrombina, la velocidad de sedimentación globular y los resultados de las pruebas de función renal fueron normales, al igual que los niveles sanguíneos de potasio, calcio, fósforo, magnesio, albúmina, globulina, fosfatasa alcalina, bilirrubina total y directa. y proteína C reactiva. La prueba de anticuerpos contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) fue negativa; otros resultados de la prueba se muestran en la Tabla 1. Una radiografía de tórax era normal. Un electrocardiograma mostró ritmo sinusal a una frecuencia de 64 latidos por minuto y elevaciones del segmento ST en las derivaciones inferiores que no se consideraban clínicamente significativas.






TABLA 1
Datos de laboratorio.

Se administró lorazepam y resultó en alguna mejora en el habla; se añadió levetiracetam. Se realizó una punción lumbar; los resultados se muestran en la Tabla 1. El paciente ingresó en la unidad de cuidados intensivos neurológicos. Tres conjuntos de hemocultivos eran estériles y tres cultivos de micobacterias de muestras de esputo inducido fueron negativos; En un cultivo de esputo desarrollaron levaduras. Se administraron dexametasona, etambutol, isoniazida, rifampicina, pirazinamida, piridoxina, vancomicina, ceftriaxona, aciclovir, dalteparina, insulina en una escala móvil y un ciclo de ivermectina de 2 días.
Se realizó una resonancia magnética del cerebro después de la administración de material de contraste (Figura 1). Las imágenes ponderadas en T1 muestran un realce leptomeníngeo difuso que es más pronunciado en la región frontal izquierda y las cisternas basales. Hay un foco de difusión restringida en el giro precentral izquierdo,  hallazgo consistente con la isquemia. Los resultados de la angiografía por resonancia magnética fueron normales. Las imágenes de las órbitas de cortes finos, realzadas con gadolinio, obtenidas el día 4, muestran un realce leptomeníngeo que rodea los nervios ópticos, que parecen normales en las imágenes ponderadas en T2.


FIGURA 1
Imágenes de resonancia magnética del cerebro obtenidas en la primera admisión.
Las imágenes sagitales potenciadas  potenciadas en T1 (panel A) y axiales (paneles B, C y D) muestran un realce leptomeníngeo difuso que es más pronunciado en la región frontal izquierda y las cisternas basales. Una imagen de recuperación de inversión atenuada por líquido (FLAIR) (Panel E) y una imagen ponderada por difusión (Panel F) muestran una lesión hiperintensa (flechas) en el giro precentral izquierdo que es consistente con un foco isquémico subagudo.


El día 2, un electroencefalograma mostró una disminución generalizada intermitente del fondo, sin actividad epileptiforme. El examen oftalmológico reveló márgenes borrosos del disco óptico, parálisis del VI par bilateral y disminución de la agudeza visual (20/800 en cada ojo). El día 3, se suspendieron la ceftriaxona y el aciclovir, y se inició la administración de metronidazol y ceftazidima. La anfotericina B liposómica se administró porun período corto y se detuvo debido a una erupción cutánea. Una prueba cutánea de tuberculina y un ensayo de liberación de interferón-γ (prueba QuantiFERON-TB Gold) fueron negativos. La miringotomía se realizó por otitis media serosa del lado derecho; Los cultivos del aspirado fueron estériles. Se realizó repitió la punción lumbar. El examen citológico del líquido cefalorraquídeo (LCR) no reveló células malignas, y la citometría de flujo no mostró poblaciones anormales de linfocitos; otros resultados de la prueba se muestran en la Tabla 1.
El día 7, se realizó una craniectomía y biopsias de las meninges frontales derechas y el cerebro y se colocó un drenaje ventricular externo. El examen patológico de las muestras reveló fibrosis leptomeníngea y gliosis reactiva en la corteza. Los cultivos de tejido cerebral y LCR fueron estériles. Una prueba para anticuerpos antinucleares fue positiva a diluciones 1:40 y 1: 160, con un patrón moteado; una prueba de anticuerpos de superficie de hepatitis B también fue positiva, y las pruebas de anticuerpos de virus de hepatitis C, antígeno de superficie de hepatitis B y anticuerpos contra ADN bicatenario, Ro, La, Sm y RNP fueron negativos. Los niveles de IgG (total y subtipos) fueron normales.
Durante las siguientes 3 semanas, persistieron dolor de cabeza, náuseas, vómitos y disminución del apetito; se desarrollaron temblores posturales e intencionales y alucinaciones visuales; y  fiebre de bajo grado ocurrió intermitentemente. Se suspendieron el etambutol y la ceftazidima, y ​​se inició la administración de moxifloxacina, aztreonam y trimetoprima-sulfametoxazol. El día 24, se colocó una derivación ventriculoperitoneal y se retiró el drenaje ventricular externo. Los niveles sanguíneos de lactato deshidrogenasa y haptoglobina fueron normales; otros resultados de la prueba se muestran en la Tabla 1. Tres días después, las parálisis de diplopía y las parálisis del VI par se habían resuelto, la agudeza visual había mejorado (20/40 en el ojo derecho y 20/30 en el ojo izquierdo), y los discos ópticos estaban planos. Vancomicina y aztreonam fueron descontinuados.
El día 34, el paciente fue dado de alta a un centro de rehabilitación. Sus medicamentos incluían rifampicina, isoniazida, pirazinamida, moxifloxacina, piridoxina, trimetoprima-sulfametoxazol, un curso cónico de 3 semanas de dexametasona, trazodona, omeprazol y ondansetrón. Durante las siguientes 2.5 semanas, estuvo caminando e interactuando, con menos náuseas y mejoría en la ingesta oral. Veinte días después del alta de este hospital, los dolores de cabeza y los temblores empeoraron y caminó menos. Dos días después, lo llevaron a la clínica de neurología; En el examen, estaba alerta y orientado, con disminución de la producción del habla y problemas de atención y repetición (la incapacidad de repetir el habla de los demás). Hubo una deriva sutil del pronador en la mano derecha, temblores posturales e intencionales moderados bilateralmente, y una postura y zancada de base estrecha, con inestabilidad e inclinación hacia el lado izquierdo. Los signos vitales, el examen funduscópico y el resto de los exámenes neurológicos y generales fueron normales.
La TC de la cabeza, realizada sin la administración de material de contraste, reveló una masa de 3,6 cm en el lóbulo frontal inferior izquierdo con márgenes irregulares y necrosis central. Las imágenes potenciadas en gadolinio y ponderadas en T1 que se obtuvieron el mismo día muestran un realce periférico de la masa (Figura 2). Hay focos de susceptibilidad en la masa, una característica consistente con hemorragia, neovascularización o ambas. También hay difusión restringida en el borde de la masa. Las imágenes ponderadas en T2 muestran una cantidad moderada de edema asociado. Existe un realce leptomeníngeo difuso persistente.




FIGURA 2
Imágenes de resonancia magnética del cerebro obtenidas en la segunda admisión.
Hay una masa de 3.6 cm en el lóbulo frontal inferior izquierdo. Las imágenes axiales (Panel A), coronal (Panel B) y sagital (Panel C) potenciadas con T1 potenciadas con gadolinio muestran que la masa tiene un realce de borde grueso e irregular. Una imagen ponderada por difusión (Panel D) muestra difusión restringida en el borde. Una imagen de eco de gradiente (Panel E) muestra focos de susceptibilidad, una característica consistente con hemorragia, neovascularización  o ambas. Una imagen FLAIR (Panel F) muestra una cantidad moderada de edema asociado.

El paciente fue readmitido en este hospital y se realizó un procedimiento de diagnóstico.


DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL

 El diagnóstico sindrómico en este caso es meningitis crónica.

MENINGITIS CRÓNICA
Este diagnóstico está respaldado por la evolución y persistencia de los síntomas durante un período de semanas, pleocitosis y un nivel elevado de proteínas en el LCR, y la prominencia de dolor de cabeza, rigidez en el cuello, fotofobia, náuseas, vómitos y somnolencia. La disminución de la agudeza visual, el papiledema, la diplopía, el temblor y la somnolencia podrían explicarse por un aumento de la presión intracraneal sin afectación directa del parénquima, una causa respaldada por los hallazgos en la resonancia magnética. El pequeño infarto en el lóbulo frontal izquierdo podría explicarse por una vasculopatía en un paciente con meningitis en la base del cerebro.
La meningitis crónica difiere de manera importante de la meningitis aguda. Los síntomas de la meningitis crónica suelen ser más leves, y los pacientes con menos frecuencia presentan un síndrome de meningitis completo. Con el tiempo, sin embargo, pueden acumularse déficits neurológicos focales y difusos. Los casos que involucran meningitis prominente en la base del cerebro pueden ser particularmente graves, con parálisis de nervios craneales, vasculopatía en el círculo de Willis y obstrucción del flujo de salida del LCR que conduce a hidrocefalia. Estas meningitis crónicas graves pueden ir acompañadas de radiculopatías multifocales asimétricas, el síndrome de la cola de caballo o ambos. El diagnóstico diferencial de la meningitis crónica es extremadamente amplio e incluye causas infecciosas y no infecciosas.

CAUSAS INFECCIOSAS DE MENINGITIS CRÓNICA
Las causas infecciosas de meningitis crónica tienden a ser difíciles de diagnosticar, porque los organismos causantes son frecuentemente indolentes, fastidiosos o secuestrados en granulomas o exudados unidos a las meninges, o tienen una combinación de estos rasgos. Factores del huésped como el inmunocompromiso y el historial de viajes e inmigración son fundamentales para el diagnóstico diferencial de causas infecciosas. Históricamente, la causa infecciosa más común de meningitis crónica en series de casos ha sido Mycobacterium tuberculosis.1 Otros organismos que causan meningitis crónica son Borrelia burgdorferi, Treponema pallidum y Ehrlichia chaffeensis. Las bacterias piógenas rara vez causan meningitis crónica, pero pueden hacerlo en personas con foco parameníngeo, endocarditis o meningitis bacteriana aguda parcialmente tratada.
El VIH es la causa viral más común de meningitis crónica, pero la meningitis relacionada con el VIH rara vez es sintomática2,3. Los organismos fúngicos son una causa típica de meningitis crónica en personas inmunocomprometidas. Sin embargo, varios hongos, especialmente el criptococo, pueden causar meningitis en huéspedes aparentemente normales. Los otros hongos dimórficos que frecuentemente causan meningitis son los coccidioides, blastomyces e histoplasma. Candida es típicamente una causa oportunista de meningitis. La cisticercosis debida a la infección por Taenia solium es la causa parasitaria más importante de meningitis crónica; sin embargo, la meningitis generalmente ocurre en personas con quistes cisticercal subaracnoideos preexistentes.

CAUSAS NO INFECCIOSAS DE MENINGITIS CRÓNICA
Existe una extensa lista de causas no infecciosas de meningitis crónica. Varias formas de vasculitis se asocian con meningitis crónica, incluida la vasculitis primaria del sistema nervioso central, el síndrome de Churg-Strauss, la granulomatosis con poliangitis (antes conocida como granulomatosis de Wegener) y el síndrome de Cogan. Las enfermedades del tejido conectivo asociadas con la meningitis incluyen lupus eritematoso sistémico, artritis reumatoide y síndrome de Sjögren. Varios otros procesos inflamatorios sistémicos se han asociado con meningitis crónica, la más importante de las cuales es la neurosarcoidosis. La irritación química puede causar meningitis crónica en personas que tienen un quiste dermoide con liberación intermitente de cristales de colesterol, en quienes se han sometido a una craneotomía y en quienes han recibido tratamiento con inmunoglobulina intravenosa o trimetoprima-sulfametoxazol. Finalmente, las neoplasias, más comúnmente carcinoma de mama, carcinoma de pulmón, melanoma y leucemia, son causas relativamente frecuentes de meningitis crónica.

PISTAS PARA EL DIAGNÓSTICO EN ESTE CASO
En este caso, varias pistas reducen el diagnóstico diferencial. Primero, el síndrome está dominado por síntomas meningíticos con poca afectación parenquimatosa primaria o sistémica. El paciente presentaba una forma subaguda grave de meningitis manifestada por parálisis de nervio craneal, aumento de la presión intracraneal y un infarto que posiblemente se deba a vasculopatía. El examen del perfil del LCR revela un alto nivel de proteína, un bajo nivel de glucosa (hipoglucorraquia) y solo pleocitosis mononuclear moderada. Por lo tanto, podemos limitar el diagnóstico diferencial a entidades que causan meningitis crónica grave. Las posibles causas infecciosas son la tuberculosis, los hongos y los parásitos, y las posibles causas no infecciosas son la paquimeningitis hipertrófica, las neoplasias, la vasculitis primaria del sistema nervioso central y la vasculitis asociada a anticuerpos anticitoplasma de neutrófilos. Aunque existe un extenso diagnóstico diferencial de las causas de hipoglucorraquia, las causas infecciosas más prominentes son las bacterias piógenas, la tuberculosis y los hongos, y las causas no infecciosas más importantes son las neoplasias, la sarcoidosis y la sangre subaracnoidea; Las bacterias y neoplasias piógenas tienden a causar los niveles más bajos de glucosa. Por lo tanto, el diagnóstico diferencial se reduce aún más a entidades que causan meningitis crónica grave y niveles bajos de glucosa en LCR; Estos son tuberculosis, hongos y neoplasias.
Hay evidencia en apoyo de un diagnóstico de meningitis tuberculosa en este caso. El paciente nació en un área donde la tuberculosis es endémica y posiblemente fue expuesta a ella por su madre. Otra evidencia incluye la aparición subaguda de síntomas, el perfil típico de LCR, el accidente cerebrovascular que ocurrió temprano en el curso de la enfermedad y la mejora aparente de los síntomas con el tratamiento antituberculoso, con la advertencia de que también se administraron glucocorticoides y se realizó la derivación del LCR. Los argumentos en contra de un diagnóstico de meningitis tuberculosa en este caso incluyen la prueba cutánea de tuberculina negativa y el ensayo de liberación de interferón-γ, la radiografía de tórax normal, la pleocitosis moderada, la tinción y cultivo negativos para ácido-alcohol resistentes en LCR, y las tinciones y el cultivo negativos de las muestras de biopsia meníngea. Las punciones lumbares de alto volumen en serie pueden ser útiles para establecer el diagnóstico de meningitis tuberculosa, pero incluso con múltiples muestras y procesamiento inmediato, las pruebas de LCR tienen una sensibilidad de solo el 80% .4 En este paciente, las punciones lumbares se realizaron en el departamento de emergencias y en los días hospitalarios 1, 3 y 5, pero no arrojaron un diagnóstico.
La meningitis criptocócica y la meningitis coccidioidomicóticas son otras consideraciones importantes. El perfil del LCR del paciente y el aumento de la presión intracraneal son típicos de cada infección. Sin embargo, el paciente no tenía fiebre ni inmunocompromiso aparente, características que también son típicas de estas infecciones. El accidente cerebrovascular debido a la vasculopatía es característico de la meningitis coccidioidal, pero no de la meningitis criptocócica. Además, los coccidioides son endémicos en partes del suroeste de los Estados Unidos, incluido Texas, donde este paciente había visitado. Es importante tener en cuenta que la prueba de LCR para el antígeno criptocócico es altamente sensible y fue negativa en este paciente.
El diagnóstico de meningitis neoplásica en este paciente está respaldado por la ausencia de fiebre, la aparición subaguda de síntomas y el bajo nivel de glucosa en LCR. La combinación inusual de un alto nivel de proteína en LCR y una pleocitosis relativamente moderada es característica de la meningitis neoplásica. Un argumento en contra del diagnóstico de meningitis neoplásica en este paciente es la ausencia de síntomas sistémicos y signos de una enfermedad maligna; no hay lesiones masivas parenquimatosas para dar pistas. Los pacientes con meningitis neoplásica no suelen presentar accidente cerebrovascular, aunque no es imposible. Los resultados de las pruebas citológicas y la citometría de flujo del LCR y el examen de las muestras de biopsia meníngea fueron normales, pero estas pruebas solo tienen una sensibilidad moderada para afecciones malignas6,7.

RESUMEN
La mejoría clínica inicial del paciente podría atribuirse a una respuesta específica al tratamiento antituberculoso, pero fue más probable una respuesta inespecífica a la derivación del LCR y los glucocorticoides. El desarrollo posterior de signos focales y una lesión en masa podría representar una reacción paradójica al tratamiento antituberculoso apropiado o la evolución de una lesión en masa neoplásica. Basado en gran medida en los datos demográficos del paciente y las muestras normales de biopsia meníngea y cerebral, mi diagnóstico fue meningitis tuberculosa con una respuesta paradójica al tratamiento antimicobacteriano. Sin embargo, fue necesaria una biopsia y una posible resección de la lesión en masa para establecer un diagnóstico definitivo y determinar un tratamiento adicional.

DIAGNÓSTICO PRESUNTIVO
MENINGITIS TUBERCULOSA CON RESPUESTA PARADÓJICA AL TRATAMIENTO ANTIMICOBACTERIANO.


DISCUSIÓN PATOLÓGICA
La muestra de biopsia inicial del lóbulo frontal derecho mostró solo fibrosis en las leptomeninges y gliosis reactiva en la corteza. El procedimiento de diagnóstico en el segundo ingreso fue una craneotomía frontal derecha, y la intención original era realizar una biopsia y una posible escisión de la masa en el lóbulo frontal izquierdo. Sin embargo, al abrir la duramadre, se observó material gelatinoso cubriendo el cerebro y exudando desde la incisión. Un examen intraoperatorio de sección congelada de este material reveló una neoplasia maligna de células pequeñas; el diagnóstico diferencial incluyó linfoma y otras neoplasias de células pequeñas, como el glioma. No se realizó biopsia ni resección de la lesión en masa, hasta la clasificación final del tumor. Se obtuvieron muestras adicionales del material gelatinoso para secciones permanentes.
El examen de secciones permanentes reveló una neoplasia marcadamente celular en las leptomeninges, que consiste en células pequeñas y poco diferenciadas (Figura 3A), y gliosis reactiva en la corteza cerebral adyacente. La tinción inmunohistoquímica de las células tumorales reveló proteína ácida fibrilar glial (Figura 3B) pero no marcadores de sinaptofisina o linfocitos (Figura 3C). La neoplasia presentaba proliferación microvascular y necrosis. Los hallazgos fueron diagnósticos de glioblastoma, grado IV de IV de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y fueron consistentes con la variante de células pequeñas del glioblastoma. La amplificación del gen que codifica el receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR) es común en los glioblastomas de células pequeñas, 8 y los glioblastomas con amplificación de EGFR pueden experimentar un rápido crecimiento entre los exámenes de neuroimagen. 9 Por lo tanto, la hibridación fluorescente in situ se realizó en este paciente para evaluar el número de copias del gen de EGFR; La amplificación genética no estaba presente.




FIGURA 3
Muestras de biopsia leptomeníngea.
El tumor es marcadamente celular y consiste en células pequeñas y poco diferenciadas (Panel A, hematoxilina y eosina). La tinción inmunohistoquímica de las células tumorales revela la proteína ácida fibrilar glial (Panel B) pero no el antígeno leucocitario común (Panel C).



No es raro que los gliomas malignos parenquimatosos primarios, como el glioblastoma, involucren las leptomeninges, pero no había evidencia de glioblastoma en el parénquima cerebral subyacente en este caso, y la masa frontal izquierda que se observó en las imágenes podría haber sido extraaxial. Estas características sugieren que este caso podría representar un raro ejemplo de gliomatosis leptomeníngea primaria (es decir, un glioma que nace en las leptomeninges). Sin embargo, sin un examen detallado del cerebro, no podemos descartar la posibilidad de que la enfermedad leptomeníngea represente una diseminación difusa de un glioblastoma parenquimatoso.

DISCUSIÓN DE MANEJO
Me involucré en la atención de este paciente después de que se hizo el diagnóstico de glioblastoma. La terapia estándar para el glioblastoma recién diagnosticado consiste en 6 semanas de radioterapia fraccionada en el campo involucrado y la administración simultánea diaria de temozolomida, un agente de quimioterapia alquilante oral. Luego, la quimiorradiación es seguida por seis ciclos de tratamiento de 28 días en los que se administra una dosis más alta de temozolomida durante los primeros 5 días de cada ciclo.10 Sin embargo, debido a la presentación inusual en este caso, no estaba claro si la terapia estándar estaba indicada.
Se han caracterizado varios subtipos genéticos de glioblastoma, y ​​cada uno está asociado con un pronóstico sustancialmente diferente. Por ejemplo, los pacientes cuyos tumores se someten a la metilación del promotor del gen O6-metilguanina-ADN metiltransferasa (MGMT) tienen tiempos de supervivencia más largos que los pacientes cuyos tumores no están metilados en este sitio.11 Además, mutaciones puntuales específicas en dos genes que codifican la isocitrato deshidrogenasa (IDH1 y IDH2) se encuentran en pacientes con ciertos subtipos de glioblastoma que se asocian con una edad más temprana en el momento del diagnóstico y una mayor supervivencia. 12 Sin embargo, a pesar de las diferentes historias naturales asociadas con cada subtipo genético de glioblastoma, no está claro si el tratamiento para estos subtipos debería diferir, porque la estratificación genética aún no se ha estudiado en ensayos prospectivos y aleatorizados.
Además, independientemente de sus características morfológicas, los tumores gliales pueden causar distintos síndromes clínicos definidos por características anatómicas y radiográficas únicas; Este es el caso de la gliomatosis cerebral (que causa una infiltración difusa en todo el cerebro) y los gliomas pontinos y del mesencéfalo (que tienen pronósticos marcadamente diferentes a pesar de sus características morfológicas similares). Este paciente parecía tener un síndrome de glioma distinto (gliomatosis leptomeníngea primaria), que se define por infiltración difusa de células gliales neoplásicas en las leptomeninges sin evidencia de un tumor intraparenquimatoso primario. Este es un diagnóstico raro; hay aproximadamente 50 casos confirmados por autopsia en la literatura.13,14 Esta enfermedad tiende a afectar a personas relativamente jóvenes, y el pronóstico generalmente es extremadamente pobre, con un tiempo medio de supervivencia desde el diagnóstico de 4 meses en una revisión. 13 El diagnóstico puede ser difícil de hacer, como fue el caso de este paciente, porque los síntomas iniciales son con frecuencia inespecíficos. Los pacientes generalmente presentan síntomas de meningismo subagudo, como rigidez en el cuello, fiebre leve y dolor de cabeza. El tratamiento con terapia antituberculosa en algún momento durante el curso, como en este caso, es común.13 El aumento de la presión intracraneal y los signos neurológicos focales a menudo se desarrollan más adelante en el curso de la enfermedad. Con frecuencia ocurren neuropatías craneales y espinales, y los abducens y los nervios ópticos son los nervios craneales que son los más comúnmente afectados. En este paciente se desarrollaron parálisis bilaterales de abducens y parálisis del nervio óptico, aunque probablemente se debieron al aumento de la presión intracraneal, más que a la afectación directa de las células tumorales por el nervio. En los estudios de imagen, las características frecuentes (además de la mejora difusa del contraste leptomeníngeo) incluyen compromiso de la médula espinal y ventriculomegalia.
Las pruebas de diagnóstico son comúnmente negativas en casos de gliomatosis leptomeníngea primaria, como lo fue en este caso. A pesar de la amplia participación de las leptomeninges, las pruebas de LCR son frecuentemente no diagnósticas; en una revisión, la primera prueba de LCR fue diagnóstica en solo 1 de 37 casos, y la repetición de la prueba de LCR también fue a menudo no diagnóstica.13 Incluso el examen de las muestras de biopsia meníngea puede no ser diagnóstico; En la mayoría de los casos informados, el diagnóstico se realizó post mortem. Sin embargo, una característica aparentemente universal de la gliomatosis leptomeníngea primaria es un nivel de proteína total notablemente elevado en el LCR, que se observó en este paciente.
Finalmente, quedó claro que este paciente tenía un glioblastoma y muy probablemente tenía gliomatosis leptomeníngea primaria. Poco después de la craneotomía, se desarrollaron incontinencia y debilidad en las piernas, y se realizó una resonancia magnética de la columna vertebral.
Las imágenes de la columna mejoradas con gadolinio (Figura 4), obtenidas 7 días después de la craneotomía, muestran una amplia mejora leptomeníngea a lo largo de toda la médula espinal y la cola de caballo.





FIGURA 4
Imágenes de resonancia magnética de la columna obtenidas después de la craneotomía.
Las imágenes sagitales mejoradas con gadolinio de la columna cervical (Panel A), torácica (Panel B) y lumbar (Panel C) muestran un aumento leptomeníngeo extenso y grueso.




Las opciones terapéuticas eran limitadas. La radioterapia de campo involucrado habría requerido el tratamiento de la neuropatía completa, un procedimiento que habría sido difícil de tolerar para el paciente. No se pudieron establecer pautas consensuadas a partir de la literatura, que consiste en informes de casos únicos y series de casos pequeñas, y los regímenes de quimioterapia informados variaron ampliamente, desde aquellos que involucran agentes quimioterapéuticos únicos hasta regímenes de nueve medicamentos que incorporan quimioterapia intratecal.15 La evidencia anecdótica sugirió que la temozolomida puede ser clínicamente activo en esta enfermedad; un informe documentó la regresión radiográfica después de tres ciclos de temozolomida.16 Finalmente, ninguno de los métodos de tratamiento que consideramos mostró evidencia convincente de eficacia y todos se asociaron con algún riesgo de efectos tóxicos.
Desafortunadamente, el estado del paciente evolucionó mal rápidamente a pesar de la administración de altas dosis de glucocorticoides y el uso de una derivación ventriculoperitoneal. Se volvió somnoliento y respondía solo de forma intermitente por estimulación vigorosa. Debido a su deterioro repentino, mal estado funcional y mal pronóstico, no se recomendó ninguna terapia adyuvante. Fue trasladado a cuidados paliativos y murió varias semanas después, 5 meses después del inicio de los síntomas y 1 mes después del diagnóstico. No se obtuvo el permiso para una autopsia.

PREGUNTAS
La masa en el lóbulo frontal podría haber sido extraparenquimatosa?
La masa era periférica. Al principio se pensó  que era intraaxial; sin embargo, en imágenes sagitales y coronales, parece tener una base amplia en la interfaz con el hueso, y podría ser extraaxial.
Dado que todas las pruebas de diagnóstico de tuberculosis tienen baja sensibilidad, ¿cuándo es apropiado comenzar el tratamiento empírico para la meningitis tuberculosa?
Las pruebas de LCR para el diagnóstico microbiológico de la meningitis tuberculosa tienen una sensibilidad máxima del 80%, suponiendo que tenga condiciones de muestreo óptimas y acceso al procesamiento inmediato, puede obtener grandes volúmenes de LCR y puede repetir la prueba varias veces. Sin embargo, en las áreas de recursos limitados donde prevalece la tuberculosis, la sensibilidad de las pruebas de LCR es probablemente más cercana al 50% .4 La meningitis tuberculosa es una enfermedad grave que se asocia con una alta morbilidad y mortalidad, y el tratamiento temprano definitivamente mejora los resultados. La meningitis subaguda o crónica sin ninguna causa identificada, particularmente si es grave, debe tratarse empíricamente con un tratamiento antituberculoso hasta que se encuentre un diagnóstico alternativo. Este paciente tenía síntomas clásicos de meningitis tuberculosa, pero luego supimos que tenía un glioma. Aunque me equivoqué con este diagnóstico, trataría al paciente exactamente de la misma manera dada la información disponible, particularmente dada la falta de otras terapias efectivas.
Ahora que se conoce el diagnóstico, ¿comentaría retrospectivamente la causa del pequeño infarto que se observó en la primera resonancia magnética del paciente?
La vasculopatía puede ocurrir en cualquier caso de meningitis crónica que afecta las cisternas basales. Los infartos tienden a ocurrir en los ganglios basales y las porciones más profundas del cerebro, incluidas las áreas suministradas por las arterias estriadas medianas y talamoperforantes, a veces denominadas zona de tuberculosis.17 Este caso fue atípico porque el infarto estaba en la corteza. La vasculopatía parece estar más típicamente asociada con procesos infecciosos que con procesos neoplásicos, pero cualquier proceso que cause meningitis en la base del cerebro podría afectar los vasos que pasan.
El infarto cerebral debido a la infiltración de células tumorales en los vasos leptomeníngeos también se ha descrito en pacientes con gliomatosis leptomeníngea primaria.

DIAGNOSTICO ANATOMICO
GLIOBLASTOMA, GRADO IV DE IV DE LA OMS, QUE INVOLUCRA LAS LEPTOMENINGES Y ES COMPATIBLE CON LA GLIOMATOSIS LEPTOMENÍNGEA PRIMARIA.

Traducción:
“A 29-Year-Old Man with Headache, Vomiting, and Diplopia”
Tracey A. Cho, M.D., Andrew S. Chi, M.D., Ph.D., Pamela W. Schaefer, M.D., and David N. Louis, M.D.
N Engl J Med 2014; 370:1049-1059March 13, 2014DOI: 10.1056/NEJMcpc1214216



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