En este ejercicio clínico se presenta
un caso que es discutido por un médico internista al que se le van
proporcionando datos de la historia clínica en forma secuencial, y este analiza
el cuadro a la luz de los nuevos elementos, de una manera análoga al proceso
diagnóstico en la práctica real de la medicina.
Un
hombre de 48 años, ejecutivo, experimentó varios episodios de dolor torácico de
breve duración, relacionado con el ejercicio en las seis semanas previas a su
evaluación inicial. Un único episodio de dolor taladrante que había comenzado
después de alzar a su hijo duró 20 minutos. El paciente tenía antecedentes
tabaquismo, y una fuerte historia familiar de enfermedad cardiovascular
aterosclerótica, pero no presentaba antecedentes de diabetes, hipertensión ni
obesidad.
Mi
primera consideración es la enfermedad coronaria, aunque el episodio en el
momento de levantar un peso puede también sugerir un origen musculoesquelético
o condritis que pueden estar contribuyendo al problema. No creo que un dolor de
tipo gastrointestinal pueda generar este tipo de síntomas. Comenzaría evaluando
causas cardiovasculares y musculoesqueléticas.
En
los últimos seis años el paciente había tenido cuatro episodios de síncope,
cada uno de los cuales habían sido precedidos de ataques agudos de disnea; la
recuperación de la conciencia se había producido inmediatamente al adoptar la
posición supina. Esos ataques no habían estado relacionados con ningún evento
precipitante específico, aunque el paciente los asociaba con períodos de
aumento de estrés. Consultó a un alergista quien consideró que se trataba de
reacciones anafilácticas pero no tomó los antihistamínicos sugeridos.
Disnea
seguida de síncope tiene varias causas posibles. El broncoespasmo puro sería un
inusual pródromo de síncope. Más probable sería una arritmia cardíaca que lleve
a hipoperfusión cerebral; un monitoreo electrocardiográfico con Holter sería
fundamental para documentar esta hipótesis. Mucho menos probable es un fenómeno obstructivo valvular como
ocurre en el mixoma auricular; esta posibilidad debiera ser descartada con un
ecocardiograma. Yo no hubiese prescripto antihistamínicos si mi sospecha fuera
de anafilaxia. El dolor precordial actual y los eventos sincopales previos me
hacen considerar en primer término un origen cardiovascular del problema.
La
historia clínica revelaba que el paciente había desarrollado unas lesiones
rojo-amarronadas en el tronco de aspecto de pecas en su adolescencia tardía.
Las duchas calientes y la ingestión de alcohol causaban enrojecimiento y
prurito en estas lesiones. Una biopsia de las lesiones arrojó como resultado un
diagnóstico de urticaria pigmentosa. No se le prescribió medicación.
Esta
información me fuerza a considerar mastocitosis sistémica. El síncope y la
disnea son manifestaciones de este trastorno; yo creo que el síncope es debido
a vasodilatación generalizada. Yo trataría de confirmar el diagnóstico de
mastocitosis sistémica haciendo una biopsia de médula ósea.
El
examen físico del paciente dos meses antes de la internación no mostró nada
destacable excepto las lesiones rojo-amarronadas en el tronco y en las
extremidades inferiores. Su presión sanguínea era de 120/80 mm Hg sin cambios
posturales, y su pulso era de 100 por minuto. No había adenopatías ni hepatoesplenomegalia.
Los resultados de los tests de laboratorio eran normales con una elevación
borderline del colesterol sérico. Una Rx de tórax fue normal y no existían
alteraciones óseas.
Ninguno
de los datos aportados ayudan en el diagnóstico de mastocitosis sistémica; una
biopsia de médula ósea es necesaria en este momento. Creo que el dolor torácico
está descripto en la mastocitosis sistémica aunque no recuerdo por que
mecanismo. Podría ser por broncoespasmo o espasmo coronario. Estoy además,
preocupado debido a que el paciente pueda tener también junto a su trastorno de
células cebadas, una enfermedad coronaria.
El
ECG reveló ondas T bifásicas en las derivaciones laterales de los miembros. Un
test de ejercicio fue detenido 12 minutos después debido a depresión del
segmento ST de 2 mm en derivaciones
laterales; el paciente no se quejó de dolor precordial durante la prueba. Su
frecuencia cardíaca aumentó de 67 latidos por minuto en reposo a 177 cuando la
prueba fue detenida. Su presión sanguínea cayó de 124/70 a 100/50 mm Hg durante
la realización de la prueba, pero aumentó a 130/70 mm Hg antes de que se
detuviera el ejercicio. No se detectaron anormalidades en el estudio de
perfusión con talio-201.
El
scan con talio normal hace que la enfermedad coronaria sea muy improbable. Aun
así dado que el test de esfuerzo fue anormal (cambios en el electrocardiograma
y caída de la TA), todavía no estoy absolutamente tranquilo respecto de la
posibilidad de enfermedad de enfermedad coronaria, pero la mastocitosis
sistémica podría también explicar algo de estos hallazgos. Si el paciente tiene
mastocitosis sistémica, un ensayo terapéutico podría obviar la necesidad de
estudios más invasivos como la angiografía.
Se
indicó una arteriografía coronaria pero el paciente decidió no someterse al
procedimiento. Se inició tratamiento con atenolol y aspirina, pero el dolor
precordial empeoró en el curso de los siguientes dos meses a pesar del
tratamiento. Por ello el paciente aceptó someterse a la angiografía.
¿Cuál
es el diagnóstico?
Comentario.
El
análisis de la historia clínica como forma de narrativa ha mostrado que la
medicina y la literatura comparten muchos aspectos de la vida de las personas
(1). Estudiantes de literatura y clínicos conocen muy bien el valor de obtener
los diferentes matices de la historia de las personas o de los pacientes
escuchando la propia voz de los mismos para resolver la trama de la novela o el
diagnóstico del paciente. Similitudes entre casos médicos y la tradición oral
de la épica Griega ha sido también reconocida (2). Las similitudes abarcan la
presencia tanto de patrones repetidos que sirven para potenciar la memoria del
relator de la historia como para facilitar a la audiencia que sigue el
desarrollo de la historia. Esta tradición nos ayuda como clínicos a organizar
nuestra información en patrones reconocibles de enfermedades y explican en
parte nuestra fascinación por los síndromes y los epónimos. Los patrones pueden
también tornarse en una forma de atajo o de acortar camino transformando unas
pocas frases en enfermedades específicas.
Fuente
El
hecho de que el malestar torácico empeorara mientras el paciente estaba tomando
medicación antianginosa hace que la enfermedad coronaria sea mucho menos
probable aún. El problema parece estar relacionado con algún efecto de las
células cebadas sobre su corazón; sería útil en este punto una biopsia
miocárdica.
Al
ingreso al hospital para realizar el estudio angiográfico, el examen físico no
había cambiado, excepto que el bazo era palpable. Se discontinuó aspirina y se
le administró bloqueantes H1 y H2, prednisona, y cromoglicato antes de realizar
la coronariografía.
Esta
intensiva terapia pre-procedimiento es apropiada debido a que el agrandamiento
del bazo en un paciente con urticaria pigmentosa argumenta fuertemente en favor
de que que el paciente tiene mastocitosis
sistémica. No estoy seguro si la aspirina fue discontinuada por miedo a alguna
hemorragia o debido a que puede interactuar con las células cebadas.
La
angiografía coronaria no reveló obstrucciones orgánicas ni vasoespasmo. Los
cardiólogos concluyeron que la enfermedad coronaria no era la causa del dolor
precordial del paciente. Un régimen terapéutico con bloqueantes H1 y H2
evitando alcohol y aspirina eliminaron el dolor. El dolor se atribuyó a
mastocitosis sistémica, aunque por mecanismos desconocidos. El paciente se negó
a realizar una biopsia de médula ósea.
El
caso bajo discusión ilustra cómo las historias afectan el manejo y los
resultados. El síntoma básico inicial de este paciente fue dolor precordial,
una frase que con creciente frecuencia
comienza en una ergometría y termina en una arteriografía coronaria. El
médico que discutió el caso admitió que la descripción abreviada de dolor de
tipo anginoso sin ninguna otra pregunta, es suficiente para caracterizar el
cuadro. La historia del paciente, los datos subjetivos, pierden capacidad de
persuasión, a pesar del hecho de la llamada información “blanda” ("soft" information) de la historia
clínica y del examen físico iniciales, que bien utilizados pueden identificar fácilmente individuos de
bajo riesgo que pueden de esa manera evitar ser sometidos a más estudios (3).
Un reflejo espontáneo que asocie dolor precordial con enfermedad coronaria
estrecha prematuramente los límites de la trama diagnóstica y del diagnóstico
diferencial, y aumenta el riesgo de abandonar pistas importantes. Esto podría
haberse evitado si el carácter del dolor hubiese sido considerado y explorado
con mayor detalle.
El
manejo del segundo síntoma del paciente, el síncope, transmite el mismo mensaje.
Un correcto diagnóstico de síncope es usualmente establecido en base a la
historia clínica, el examen físico y el electrocardiograma. El médico que
analiza el caso, utiliza el componente postural en la pérdida de conciencia
para aumentar su sospecha de mixoma auricular que pueda ser causa de disnea
intermitente, dolor precordial y síncope. Los soplos en la válvula mitral están
frecuentemente presentes en pacientes con mixoma auricular, pero el “plop” del
tumor se confunde a menudo con un tercer ruido o con un chasquido de apertura.
Una pista importante en el diagnóstico de mixoma es el descubrimiento de
estenosis mitral en un paciente sin antecedentes de fiebre reumática (4). El
síncope fue el único componente de la
triada característica del mixoma auricular (síncope, síntomas constitucionales,
y fenómenos embólicos) en este paciente. Además, nunca tuvo fiebre, anemia,
artralgias ni embolias periféricas. El diagnóstico de mixoma podría haber sido
descartado fácilmente con un ecocardiograma, pero dado la baja probabilidad de
padecer esta enfermedad, tal estudio pudo haberse obviado como se hizo.
Cuando
se consideran las posibles causas de síncope, la combinación de disnea y dolor
torácico condujeron al médico que analizó el caso a explorar más profundamente
la posibilidad de una lesión cardíaca primaria. Esta decisión tiene sentido
práctico dado que las causas cardíacas de síncope conllevan un significativo
mayor riesgo de muerte súbita que los síncopes de causas no cardíacas (5).
Aunque el monitoreo Holter es a menudo parte del plan de estudio del síncope
recurrente sin causa establecida, en la mayoría de las series la tasa de fallo
en establecer la causa es aproximadamente 30 a 40 por ciento. Esta alta tasa de fracasos
sugiere que las pistas obtenidas en las historias de los pacientes no son
correctamente extractadas o son inapropiadamente interpretadas (6). Este
paciente reportó que el inicio súbito de la dificultad respiratoria precedió a
su pérdida de conciencia; esta asociación compleja de síntomas está
perfectamente descripta como clásica manifestación de anafilaxia que su
alergista reconoció. Identificar anafilaxia como causa de síncope no está
mencionada en la mayoría de los textos de medicina, y esta no se menciona en el
diagnóstico diferencial de síncope. Esta omisión, lleva a pasar por alto el
diagnóstico de anafilaxia.
El
médico que discutió el caso atribuyó finalmente los episodios, a trastornos
relacionados con la enfermedad de los mastocitos después de enterarse que el
paciente tenía esplenomegalia; infirió correctamente que la infiltración con
células cebadas puede no estar limitada a la piel en la urticaria pigmentosa
sino que puede ser sistémica. Considerada como un trastorno exclusivamente
dermatológico, la urticaria pigmentosa puede explicar sólo los síntomas de piel.
En este caso, la mayoría de los clínicos que atendieron al paciente
fracasaron en apreciar que la persistencia de urticaria pigmentosa en la edad
adulta usualmente se acompaña de compromiso sistémico de la infiltación por
células cebadas. Dado el inicio de urticaria pigmentosa en la edad adulta y de
los ataques recurrentes de disnea y síncope, el paciente indudablemente tenía
mastocitosis sistémica, y el último hallazgo, la esplenomegalia representa poco
menos que la certeza del mismo.
El
diagnóstico de mastocitosis sistémica es a menudo pasado por alto, en parte
debido a que es una enfermedad poco frecuente. El síncope ocurre en un cuarto
de los pacientes, y los síntomas respiratorios en un tercio de los mismos (7).
El prurito con dermografismo (reacción de eritema y edema tipo roncha después
del estímulo de una zona de la piel), y el compromiso gastrointestinal (diarrea
y úlcera péptica), completan la sintomatología de la enfermedad. Muchos de esos
síntomas son exacerbados por estrés y drogas (como pasó en este paciente), o
por alcohol. Las alteraciones óseas con osteosclerosis, osteoporosis, y
lesiones osteolíticas también pueden suceder en la enfermedad. El patrón de
presentación de la mastocitosis sistémico pareciera así descripto ser lo
suficiente gráfico para hacerse diagnóstico por si mismo; como causa de síncope
no debe ser pasado por alto, aún en los relatos casuales de los pacientes. Si
no se repara en estas sutilezas de la historia clínica, la enfermedad es pasada
por alto muchas veces, no solo por su baja frecuencia sino debido a las
diferentes formas de manifestarse. Las lesiones de piel están ausentes en 10 a 20 por ciento de los
pacientes, haciendo el diagnóstico particularmente dificultoso cuando el
paciente se presenta sólo con síncope (8). La sospecha de enfermedad requiere
confirmación con evidencias en la biopsia de infiltración por células cebadas,
la cual es más fácilmente obtenida con una biopsia de médula ósea. La medición
de histamina urinaria, y metabolitos de la histamina no son adecuados debido a
que la liberación de histamina es intermitente, y además la histamina no es un
marcador específico de mastocitosis sistémica; los trastornos
mieloproliferativos y el síndrome carcinoide, también elevan los niveles de
histamina en algunos pacientes. La medición de la triptasa sérica, un marcador
enzimático específico de células cebadas no tiene ninguna de las desventajas
del dosaje de histamina pero es un estudio que no está ampliamente disponible. En forma retrospectiva, la indicación de la
coronariografía parece desacertada. La decisión fue tomada por la probabilidad
de que los síntomas del paciente obedecieran a enfermedad coronaria, en
oposición a otras causas más razonable, en este caso la mastocitosis. Aunque un dolor taladrante medioesternal en un
varón de 47 años debe siempre despertar la sospecha de enfermedad coronaria, y
aunque los resultados de los tests de ejercicio fueran anormales, hay otros
varios elementos que argumentan en contra de la enfermedad coronaria como causa
de dolor precordial en este caso. Ellos incluyen un estudio negativo de talio
(que tiene una especificidad de 90 por ciento en excluir enfermedad coronaria),
la exacerbación del dolor con drogas que habitualmente mejoran el dolor en la
enfermedad coronaria, y la presencia de una enfermedad sistémica (mastocitosis)
que puede explicar el dolor torácico.
El
médico que analizó el caso interpretó correctamente la exacerbación de los
síntomas; los clínicos que atendieron al paciente no lo hicieron. Ellos
interpretaron exacerbación de enfermedad coronaria. El paciente pudo haber
evitado la coronariografía sólo si la sospecha de enfermedad coronaria hubiese
sido disminuída en vez de aumentada por la exacerbación del dolor por drogas
antianginosas. Si se hubiese repetido el test de estrés después de un
tratamiento con bloqueantas H1 y H2, los resultados probablemente hubiesen sido
negativos, y nosotros ahora sabemos que tales drogas hubiesen además mejorado
todos los síntomas. Los clínicos que lo asistieron, reconocieron indudablemente
la importancia de la enfermedad de células cebadas en el paciente, dado que lo
trataron agresivamente con agentes bloqueadores de la histamina antes de hacer
la coronariografía, pero fallaron en sospechar que la enfermedad de células
cebadas era la responsable de todos los síntomas, del dolor torácico y de los
cambios en el ST en la prueba de esfuerzo.
A
decir verdad, la causa del dolor torácico de este paciente permaneció
desconocida. Las células cebadas o mastocitos están presentes en el mocardio
normal, especialmente alrededor de los vasos, y están aumentadas en número en
pacientes con miocarditis (9). No obstante, la mayoría de los pacientes con
mastocitosis no tienen aumento de mastocitos en el miocardio. Aún aunque no se encontró espasmo coronario
en la coronariografía, este puede haber tenido alguna responsabilidad en los
síntomas del paciente; muchos productos de las células cebadas tienen efecto
vasoconstrictor en estudios de laboratorio (10,11,12).
La
largamente no resuelta naturaleza de la enfermedad de este paciente podrían
haber sido modificada si se hubiera interpretado correctamente la narración de
su enfermedad. La naturaleza incompleta de esta historia ilustra bien cómo el
razonamiento clínico que descansa fuertemente en patrones, puede transitar un
camino equivocado si los patrones son incompletos o tienen errores. Nosotros
debemos crear un patrón para cada paciente, más que tratar de encajar a nuestro
paciente en un patrón standard.
Conclusiones
del caso.
Disnea
súbita seguida de síncope fueron la asociación sintomática que llevaron al
alergista que vio a este paciente a diagnosticar anafilaxia. Las sesgadas
poblaciones que ven en sus consultorios o en servicios de internación los especialistas,
hacen que para determinadas patologías tengan una enorme ventaja sobre los clínicos en el
diagnóstico de las mismas. Un clínico ve esporádicamente pacientes con
anafilaxia, y la mayoría de las veces sin el componente de síncope.
El
diagnóstico de síncope dispara en el clínico, un algoritmo diagnóstico cuyo
pilar más importante es la historia clínica, el interrogatorio al paciente, a
sus familiares, y a eventuales testigos del episodio. No nos detendremos en
este punto pero digamos que de los datos del paciente (edad, sexo etc), y del
interrogatorio correctamente dirigido podemos llegar a establecer, o por lo
menos aproximarnos a la causa del síncope.
Una vez agotado el interrogatorio, en general y sin entrar en demasiados
detalles, digamos que la primera preocupación que se le presenta al clínico es
si el paciente puede tener como origen del mismo, algún trastorno
(principalmente una cardiopatía) que puedan costarle la vida en un eventual
futuro episodio. La segunda preocupación es tratar de evitar,
cualquiera fuese el origen, un nuevo cuadro de síncope.
Por
eso lo primero en general es decidir si el paciente es portador de alguna
cardiopatía estructural o no, basados en los antecedentes personales, sobre
todo la edad, antecedentes familiares de
cardiopatías, o muerte súbita en gente joven, el ECG y el ecocardiograma con
Doppler. Si concluimos que el paciente puede ser portador de una cardiopatía
estructural, el paso siguiente será entonces continuar según el caso, con un
test de Holter o un estudio electrofisiológico si en el camino no detectamos antes
alguna valvulopatía (estenosis aórtica por ejemplo), o alguna otra causa
anatómica obstructiva que explique los episodios de síncope. Si en cambio
descartamos que el paciente padezca de alguna cardiopatía responsable del
cuadro, el paso siguiente probablemente sea un tilt test para poner en
evidencia un síncope por disfunción cardiocirculatoria, disautonomía etc.
En
este caso, la disnea seguida de síncope disparó un “atajo cognoscitivo” en un
médico entrenado en el manejo de anafilaxia, quien supo recurrir a lo mejor de
la heurística aplicada al razonamiento en medicina, acotando en forma notable
las posibilidades diagnósticas, y una forma rara de presentación, de una
enfermedad de por sí rara no fue obstáculo para que el alergista lo viera todo
muy claro.
Yale University School of Medicine, 333 Cedar St., New Haven, CT 01610.
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