Dr. Olindo Martino. |
Al igual que se inscriben palabras claves para
identificar a un artículo científico, esta
publicación también las amerita ya que en realidad corporiza una genuina
tragedia social, cada vez más acuciante
y vinculada con la pesada carga que solemos llevar en nuestra conciencia profesional.
Protagonistas: paciente, médico, equipo
interdisciplinario, grupo familiar.
Palabras claves: riesgo, adquirido, anciano,
externado, independencia de actos, afectos, profesionales de la salud,
Con excelente criterio de exposición y síntesis
el Dr. Harlan M. Krumholz publica un artículo vinculado con un riesgo adquirido
y transitorio que puede sufrir un ser humano, sobre todo anciano, luego de
haber sido externado de un centro
sanitario al cual denomina ¨ Síndrome de post hospitalización ¨ . Un estado de
riesgo que lo torna más vulnerable y que puede extenderse hasta cerca de cuatro
semanas a partir de la externación.
Si bien
esta situación puede acontecer en cualquier época de la vida, este síndrome se
enraiza con notoria prevalencia en la población senil. Es atinado preguntarse
por qué. Y con la, o las respuestas
pertinentes, cuál sería la participación del equipo multidisciplinario
para revertir este riesgo aparentemente transitorio. Pero antes de
considerar los hechos creo oportuno
sugerir que en vez de denominar al equipo responsable ¨multidisciplinario ¨yo
lo identificaría como interdisciplinario, término que, semánticamente, ensambla
como más adecuado a la necesaria ¨visión holística del problema ¨(sic) tal como
expresa el artículo. Decir multidisciplinario es nombrar ambiguamente cualquier
disciplina relacionada o no con el objetivo ¨princeps ¨ Por ej.: matemáticas, arquitectura, arte,
etc. Pero si digo interdisciplinario estoy sosteniendo a ¨priori ¨una relación
con el sujeto, por ej.: cardiología, kinesiología, nutrición, terapia física.
Más aún, el precepto holístico sostiene que se llega al ¨ target ¨ cuando cada parte del sistema, que funciona
de manera independiente al todo, se conjuga para ensamblar con el objetivo
final o ¨ prínceps ¨. En este caso sería
revertir el riesgo y alcanzar la tan deseada salud.
No deja de
ser piadoso – para no reemplazarla por la
palabra triste - observar a un anciano internado , mudo, con la mirada
extraviada, sostenido por cuantos cables salvadores admite el espacio físico ,
llevando su padecimiento a cuestas -
seguramente uno más de la seguidilla que lo persigue por el solo y penoso hecho
de ser ¨…ya viejo! ¨ - ,
padecimiento que – tantas veces caprichoso él – despista el diagnóstico!, haciendo creer que se trata de una encefalitis o de una demencia senil ocasionada simplemente por la elevada
temperatura. Entonces mientras se le baja la hipertermia se lo conecta con
guías para que no se le vaya a escapar
la vida – bueno lo que queda de ella – . Pero lo cierto es que el pobre viejo –
ese niño arrugado y añoso! – muchas veces a penas se da cuenta de lo que le
ocurre y dónde se encuentra.
Y así la
historia se repite mientras nosotros seguimos endureciéndonos, día a día, cada
vez más y más. en nuestra benemérita tarea hipocrática.
No hace
mucho leí un artículo publicado por un colega venezolano, el Dr. Rafael Muci-
Mendoza, en la Gaceta Médica de Caracas intitulado el ¨ Síndrome del cerebro
descalificado ¨ , un ¨ nuevo síndrome que afecta al médico moderno en su
relación con sus pacientes y enfermedades ¨(sic) como consecuencia de la
avalancha de la tecnología médica. Un agobiante padecimiento que doblega al
facultativo transformándolo en sumiso servil ante la ¨ Deidad Máquina ¨ a
quien ¨ concede …omnisciencia y
omnipotencia ¨(sic) , descalificando el cerebro y obligando a ¨ abdicar el
juicio clínico ¨ Así, poco a poco, el facultativo se va despojando de su
sacerdotal toga médica , ciego ante el deslumbrante flash del resonador
magnético y sordo por las tantas sirenas de la imparable globalización.
A partir de
la básica tarea profesional, el paciente
es remitido a su domicilio – muchas
veces quedando deshilvanado del imprescindible equipo de rehabilitación. Es ahí
donde se enhiesta el espectro del riesgo que dio origen al síndrome post hospital. Un oportuno y
necesario invento para prevenir quizás
algo innecesario.
Y ya en su
acogedor hogar viene la exclamación: ¡
El abuelo zafó! Viva el abuelo! A todo esto el pobre no pocas veces no se
acuerda dónde estuvo … y finalmente, ya
en casa, dónde está. Este momento y
circunstancia que estimo claves me remontan al invalorable apotegma de Ortega y
Gasset que dice ¨…pues yo y mi circunstancia …¨
Con lo expresado quiero significar que es allí, en la circunstancia
del entorno familiar donde ¨el afecto ¨ debe compartir una criteriosa y contemporánea labor al lado del equipo de salud. Sencillamente porque en el paciente añoso el
impacto de cualquier enfermedad que obliga a una hospitalización deja como
saldo una riesgosa labilidad que se
acrecienta con los años y que ha sido denominada en forma inteligente como ¨ homeoestenosis ¨, una suerte de severa ¨
fragilidad orgánica ¨ después de
superada la enfermedad de base, y
expresada por una restringida capacidad
de volver al primitivo estado de bienestar. Pero, cómo se expresan entonces
esos penosos estigmas de fragilidad orgánica?
Devuelto al
hogar, el anciano seguramente será depositado, con mucho cariño, en una pequeña
cama en un rincón alejado para que los nocivos ruidos de la calle y del perro
mascota no compliquen su convalecencia. Considero importante señalar que
el síndrome de homeoestenosis puede
expresarse por una fragilidad física,
pero igualmente por una psíquica, y hasta culminar con una penosa fragilidad
espiritual.
Fragilidad física:
a) Envaramiento físico: presencia de contracturas y limitaciones en los
movimientos articulares
b) Piel
seca, con pérdida del tejido colágeno y de su elasticidad. Presencia de
equimosis seniles, escaras, síndromes post-flebíticos. Constelación
tegumentaria que torna susceptible a las epidermo-dermitis microbianas. Estas
realidades obligan, durante la convalecencia,
a no dejar pliegues en sábanas y
rotar cada dos horas al paciente.
c) Las
mucosas ocular y oral, a través de los años, son proclives a la xerostomía,
leucoma, catarata senil, infecciones
oportunistas y a las comisuritis,
paradentosis, agravadas por los
frecuentes desajustes orales protésicos.
d) Esfínter urinario lábil con escapes de orina que maceran el área
genito-perineal. La sonda vesical debe tener indicación precisa y cuidado
esmerado.
e) Presencia de síndrome metabólico (hipertensión arterial, hiperglucemia,
dislipemia)
f) El
estado nutritivo deficiente con frecuente anemia ferropénica y disproteinemia.
En el paciente añoso puede existir Sme. de mala absorción larvado que acentúa
el balance negativo.
g) Alteración de la expansión pulmonar (enfisema, cifoescoliosis, rigidez
de la caja torácica) exponen al riego de mala ventilación y a la retención de
secreciones. EPOC y neumonía de la comunidad
h) Labilidad del aparato cardiocirculatorio: flebitis, embolizaciones, ACV,
infartos, endocarditis sobre válvulas
deterioradas funcionalmente o
ateromatosas
i) Respuesta inflamatoria e
inmunológica reducida debido a la predominancia de la función catabólica, aumento de la apoptosis, déficit
de síntesis de proteínas con función inmune, aletargamiento del sistema
leucocito-macrofágico, producción de radicales libres liberados por el
mecanismo apoptósico.
Fragilidad psíquica:
a) Frecuentes alteraciones del ritmo circadiano que lo conduce al insomnio
y a severos trastos del sueño
b) Crisis
de pánico de observación frecuente en sujetos añosos
c) Disloque el el discurso con la nueva generación, situación que lo hace
sentir marginado
d) Achicamiento
de su grupo afectivo generacional debido
a la pérdida de seres queridos
e) Fragilidad memorística, con riesgos imprevistos en la vida de relación y
en la protección física. Casos documentados de olvidos de apagar artefactos
eléctricos u hornallas con gas encendido y desencadenando incendios.
Fragilidad
espiritual:
a) Soledad. Sentimiento de vacío existencial acentuado, sin duda, por la
restricción psico-física
b) El
anciano configura un niño – lleno de arrugas y cicatrices de heridas pasadas –
que llora y ríe con facilidad ¿Alguien puede negarlo? Incontenibles emociones
que al igual que sucede en el pequeño son producto de caprichos inconscientes o
al no poder alcanzar algo para él ya inalcanzable.
Queda así
comprendido que cualquier padecimiento,
que exija la internación en un
centro asistencial, superada la causa orgánica que la motivó y el
agregado que conlleva el stress de un cautiverio instrumentado y a veces hasta
iatrogénico que implica toda
internación, deberá ceder paso a una rehabilitación que deberá
enfrentar, y sin excepción, el ¨lastre
¨de deterioro senil que por obra del largo calendario de vida lleva a cuestas
todo vetusto ser humano. La vida nos fragiliza a cada paso para hacernos
conscientes que no somos imprescindibles y que mañana otro ser tomará la posta
de nuestro camino. Mortales al fin, falibles por ser imperfectos, y frágiles al ser tan vulnerables, así todos
los primates humanos deberán cumplir con
el destino de la humanidad.
Justificada
con creces la proposición de incorporar este nuevo conocimiento acerca de la
existencia del riesgo de exponer,
llegado el caso , al bueno del abuelo
al síndrome post - hospital. De allí que, y a modo de colofón, considero importante tener en claro la necesidad de que
la función holística que permita una adecuada pero decorosa rehabilitación
exija desarrollar una propedéutica inteligente, mancomunada,
compartida entre los actores responsables, que garantice alargarle al anciano
su difícil existencia, aunque sea un ratito más y acompañado, casi con
certeza, por su única amiga la soledad.
Olindo Martino